Mercados emergentes: el fondo de crédito más grande, de más rápido crecimiento y posiblemente menos comprendido del mundo
Conclusiones clave:
- La composición, el riesgo, la rentabilidad y las características de correlación de la deuda de los mercados emergentes (ME) han cambiado a lo largo de los años. Sin embargo, hoy en día muchos inversionistas emplean la deuda de ME por razones equivocadas, la gestionan de forma imprudente o pasan por alto sus mejores atributos.
- La deuda de ME se solía caracterizar por una mayor distribución de resultados más extremos. Pero ahora su distribución de retornos se asemeja a la de clases de activos más convencionales, como la deuda corporativa estadounidense.
- En nuestra opinión, la principal razón para considerar la deuda de ME es por sus beneficios de diversificación en relación con otros sectores de spread, como la deuda corporativa estadounidense, más que como una forma de buscar altos rendimientos.
- El riesgo macroeconómico en los ME pasó de la complejidad económica, que se puede modelar, a la incertidumbre política, que puede ser imposible de predecir. Por lo tanto, adoptar un enfoque únicamente macroeconómico para la generación de alfa tiene más probabilidades de resultar contraproducente hoy que en años pasados.
En el tenis amateur, el 80% de los puntos anotados son resultado de un tiro errado, como por ejemplo golpear la pelota fuera de los límites. Esta fue la idea que Charles Ellis empleó para caracterizar la inversión en su clásico libro “Ganar jugando a no perder”. Lo que define el éxito de los inversionistas no es lo que hacen bien, sino lo que no hacen mal.
Si bien lo escribió en 1975, esta idea captura mucho de lo que sucedió con la deuda de los mercados emergentes (ME) a mediados de la década de 2000. Los inversionistas que estaban asumiendo riesgos y tratando de predecir el mercado en función de los acontecimientos macroeconómicos empezaron a perder. En contraste, el juego del ganador, se desplazó hacia transacciones bottom-up que no están correlacionadas con los ciclos electorales, los eventos geopolíticos y otros eventos macroeconómicos sistémicos, áreas donde se ha vuelto más difícil tener una ventaja como inversionista.
La deuda de ME se ha convertido en el mayor fondo de crédito del mundo, según el Banco de Pagos Internacionales, superando a la de Estados Unidos en la última década. A lo largo del camino, muchos de los atributos fundamentales de los ME se transformaron. A medida que los mercados evolucionan, también deben hacerlo las estrategias de inversión.
Los mejores países o regiones generalmente no son aquellos que se promocionan como las próximas historias de éxito. Contrariamente a la creencia convencional, los ME a menudo recompensan a los inversionistas que minimizan las pérdidas en lugar de maximizar las ganancias y que evitan posiciones concentradas en países de alto rendimiento. Creemos que la deuda de ME debería emplearse principalmente como una herramienta de diversificación, en lugar de como una fuente para buscar rentabilidad alta, priorizando los países de menor riesgo y las estructuras de deuda senior.
La deuda de ME tiene tasas de incumplimiento y recuperación similares a las de la deuda corporativa estadounidense, pero también una mayor volatilidad, especialmente para los emisores de menor calidad. Esa es una de las razones por las que creemos que el análisis de valor relativo bottom-up y la construcción de portafolios son más importantes para los mercados emergentes hoy en día que el análisis macroeconómico top-down. Además, la gestión activa en deuda emergente superó consistentemente a la inversión pasiva, según datos de Morningstar.
El rápido crecimiento económico de principios de la década de 2000 enmascaró muchas complejidades subyacentes en los ME, pero el crecimiento se desaceleró. En este artículo, intentamos desenmascarar la clase de activos, identificando características universales de los ME y cómo pueden ayudar a lograr objetivos de inversión más amplios.
Narración de historias versus prueba de hipótesis
Las historias optimistas contadas por los inversionistas de ME durante décadas giraban en torno a la demografía, la urbanización, una clase media en ascenso y un crecimiento del PIB que alcanzaba los niveles de los mercados desarrollados (MD). Las historias de hoy tienen más matices. El crecimiento de recuperación continúa, pero a un ritmo más lento. Los responsables de formular políticas son más capaces de estabilizar el ciclo económico, pero hay mayor incertidumbre política y geopolítica que antes.
Estas historias no son inexactas, pero no siempre influyeron en la rentabilidad de las inversiones. Las acciones de ME deberían ser las más beneficiadas por un crecimiento más fuerte, por ejemplo, pero les fue peor que a las acciones de MD y a la deuda de mercados emergentes.
Aquí, en lugar de contar historias, adoptamos un enfoque más científico. La hipótesis de inversión para la deuda de ME es la siguiente. Debería emplearse principalmente como un medio para reducir las concentraciones de otros riesgos internos sin sacrificar el rendimiento.
Los inversionistas no deberían tratar los ME como un espacio para buscar rentabilidad alta. Puede parecer contradictorio, pero la defensa de la deuda de ME no debería basarse en spreads, rendimientos o alguna otra métrica de valoración. En nuestra opinión, debería basarse principalmente en los beneficios de la diversificación.
Por lo tanto, los inversionistas deberían considerar seguir el ejemplo de Warren Buffett: 1) priorizar los países de menor riesgo con valoraciones razonables sobre los países de alto riesgo con grandes valoraciones, y 2) moverse hacia partes más senior de la estructura de capital (de acciones a deuda).
Desde luego que hay excepciones. Pero esta es la hipótesis de alto nivel que parece mejor respaldada por los datos.
Anatomía de la clase de activos
El número de países de ME en los que se puede invertir se ha más que duplicado en los últimos 20 años. Actualmente modelamos alrededor de 200 factores de riesgo macroeconómico individuales (como tipos de cambio, tasas y spreads) en unos 85 países. Las correlaciones en esta matriz varían de 0,8 a -0,7, según datos que se remontan a 20 años atrás, calculados por PIMCO. Así que hay una diversidad extrema dentro de la clase de activos.
Además, algunos factores son de "riesgo activo” mientras que otros son de "riesgo pasivo”, es decir, están correlacionados positiva o negativamente con factores sistémicos globales como el petróleo o las acciones. En la actualidad hay alrededor de 12 emisores de bonos soberanos que proporcionaron un lastre similar para el portafolio durante eventos de aversión al riesgo en los últimos 15 años que los bonos del Tesoro de Estados Unidos, el activo percibido como el que genera mayor aversión al riesgo. Durante este periodo de 15 años, una canasta de bonos locales de ME cubiertos en dólares estadounidenses (medidos mediante swaps a 5 años) generó rentabilidad más alta que los bonos del Tesoro estadounidense comparables (medidos también mediante swaps a 5 años) y tuvo una tasa de éxito similar en la cobertura de caídas de acciones, pero un pago menor cuando se produjeron caídas.
Este aumento en el número de países se vio eclipsado por el aumento de los instrumentos disponibles, que se multiplicaron casi por 20 (ver la gráfica 1) en las dos últimas décadas. Los inversionistas ahora pueden desagregar los factores de riesgo macroeconómico a nivel de país en un nivel de detalle más fino.
Esto es positivo para la clase de activos. La deuda de ME se solía caracterizar por «colas gruesas» (fat tails), es decir, una mayor distribución de resultados más extremos. Pero ahora su distribución de rentabilidad se asemeja a la de clases de activos más convencionales, como la deuda corporativa estadounidense (ver la gráfica 2).
El riesgo crediticio fundamental también es similar. Los incumplimientos en gran parte del espectro de calidad de las calificaciones crediticias, desde AA hasta B, están en línea con los emisores corporativos estadounidenses (ver la gráfica 3).
Los valores de recuperación (y la pérdida en caso de incumplimiento) también son casi idénticos, alrededor del 40%. Sin embargo, hay tres matices que conviene tener en cuenta.
- Las probabilidades de incumplimiento para los emisores calificados CCC son más altas para los ME que para las compañías estadounidenses. (Los spreads también son más amplios, por lo que no comentamos si este grupo es relativamente caro o barato). Esto se debe a que las reglas del juego se pueden reescribir para los emisores de ME de menor calidad debido a la agitación política, mientras que los emisores corporativos estadounidenses calificados como CCC operan dentro de un sistema más definido de reglas estables y leyes de quiebras.
- Si bien los datos de incumplimiento corporativo de los ME y EE. UU. comparten una media similar, los datos de los ME tienen una desviación estándar más amplia. Los eventos de impago en ME tienen una gama más amplia de resultados.
- Las reestructuraciones pueden durar más tiempo en los ME. Una reestructuración corporativa en Estados Unidos puede tardar meses en concretarse en el sistema judicial. Por el contrario, puede llevar años negociar los términos entre los acreedores internacionales, el Fondo Monetario Internacional y otros prestamistas bilaterales. En igualdad de condiciones, esto significa que el valor actual de un instrumento de deuda de ME no rentable que se encuentre en proceso de reestructuración será menor (incluso si el valor de recuperación final es el mismo).
Asimetría de ciertos riesgos
Hay un matiz empírico adicional, quizás el más importante de todos: la eficiencia de valoración a mercado de la rentabilidad a lo largo del espectro de calidad, tal como se refleja en métricas como el ratio de Sharpe, un indicador de la rentabilidad ajustada al riesgo. De manera similar al riesgo crediticio fundamental, las medidas de volatilidad de valor de mercado aumentan mucho más en los bonos de peor calidad de los ME que en la deuda corporativa estadounidense, lo que genera un ratio de Sharpe más bajo para la deuda de ME con calificación B y CCC.
Las pérdidas también son desproporcionadamente más profundas durante periodos de estrés agudo para los ME (ver la gráfica 4). Lo peor de todo es que la sensibilidad a la rentabilidad basada en el mercado, o betas, se vuelve asimétrica, lo que significa que la captura de pérdidas durante una liquidación del mercado es mayor que la captura de ganancias durante un repunte.
Nada de esto significa que no pueda haber un valor convincente en la deuda de ME con calificaciones únicas B y CCC. Pero sí explica por qué tantos inversionistas se dejaron seducir por el canto de sirena de los mercados fronterizos de alto rendimiento y baja calidad. Los bonos pueden ser baratos, pero la eficiencia de la rentabilidad resultante es pobre para los inversionistas con un horizonte temporal inferior a muy largo plazo.
Esto explica por qué la deuda de ME ofrece spreads más altos en comparación con las compañías estadounidenses a pesar de un riesgo crediticio fundamental similar (alrededor de 70 puntos básicos en promedio sobre una base neutral al riesgo durante los últimos cinco años). El spread adicional no es un signo de ineficiencia del mercado. Es una compensación por otras cargas, como la falta de familiaridad (es decir, la necesidad de explicar los titulares de los periódicos a la junta de inversiones), los spreads más amplios entre oferta y demanda en los mercados secundarios y la volatilidad adicional en el valor de mercado, especialmente en bonos de menor calidad. En teoría, estas cargas adicionales no deberían importar a los inversionistas en valor a largo plazo. Pero en la práctica, sí lo hacen.
Enfoque de inversión
Este canto de sirena también explica por qué algunos inversionistas dicen que estuvieron en una montaña rusa con los ME en el pasado. Más allá de la volatilidad general de las clases de activos, muchos estuvieron expuestos a 1) un tamaño inadecuado de la clase de activos en su portafolio más amplio y 2) un escalamiento imprudente del riesgo dentro de la asignación de deuda de ME. Detengámonos un poco en ambos.
Asignación estratégica de activos (dimensionando el beta)
Si la diversificación es el objetivo principal, entonces la correlación de la deuda de ME con un portafolio más amplio es la métrica más importante. Esto es válido para cualquier clase de activo, pero es especialmente importante para las exposiciones satélite que desempeñan un papel más periférico en la construcción del portafolio.
Una prueba de inclusión de activos ofrece un marco claro. Reduce la decisión de incluir o no una clase de activo a una función de optimización: maximiza el ratio de Sharpe de un portafolio sujeto a las restricciones de riesgo, el rendimiento y las correlaciones de los activos individuales.
El resultado es una medida del impacto marginal de cada activo en el índice de Sharpe general del portafolio. Esto será bastante único para cada inversionista. Pero en términos generales, la deuda de ME obtiene mejores resultados que la mayoría de los demás activos. Lo hace debido a características de correlación favorables, no únicamente debido a rendimientos más altos.
La correlación entre la deuda de ME y la deuda corporativa de EE.UU. es de aproximadamente 0,63 en los últimos 10 años, según datos de JP Morgan. Se trata de un nivel relativamente bajo dentro del mundo de los spreads de renta fija. Y este es el punto: la deuda de ME se debe evaluar en conjunto por sus propiedades de riesgo, retorno y diversificación a nivel del portafolio más amplio, en lugar de hacerlo de manera estrecha en función de alguna métrica de valoración rico/barato, y no independientemente del portafolio general.
El cumplimiento de estas directrices conduce a una evaluación más sobria del tamaño de las asignaciones estratégicas de activos. Muchos clientes, desde compañías de seguros hasta fondos de pensiones, normalmente eligieron una asignación del 2% al 8%.
Escalamiento de riesgo (búsqueda de alfa)
Los inversionistas siempre están a merced de lo que ofrece el mercado. Si los mercados evolucionan, también deben hacerlo las estrategias de inversión.
Consideremos cómo evolucionó el mercado de deuda de ME. En los primeros años (década de 1990 y principios de la década de 2000), había pocos países en los ME. La mayoría de los emisores pagaron en exceso para acceder al capital internacional. El crecimiento fue vigoroso, pero estuvo interrumpido por shocks internos (por ejemplo, en 1994 en México y en 1997 en Asia). La habilidad clave fue el análisis macroeconómico top-down. Los inversionistas podrían superar al mercado asumiendo riesgos y aprovechando los rendimientos excedentes, y al mismo tiempo evitando, con suerte, las liquidaciones en determinados países.
Hoy en día hay muchos más países e instrumentos a tener en cuenta. El crecimiento es mediocre y los shocks recientes son principalmente exógenos y sistémicos (por ejemplo, la crisis financiera mundial de 2008, el pánico por la reducción de los estímulos del Tesoro en 2013 y la pandemia de 2020).
Es difícil tener una ventaja en el análisis macroeconómico. No sólo es un campo más concurrido, sino que la naturaleza del riesgo cambió: de la complejidad económica, que se puede modelar, hacia la incertidumbre política, que puede ser imposible de predecir.
En nuestra opinión, las habilidades clave para invertir en deuda de ME hoy en día son el análisis bottom-up de valor relativo y la construcción de portafolios. Es la capacidad de identificar pequeñas oportunidades de arbitraje, instrumento por instrumento, y luego combinar y escalar cada una de ellas de manera tal que una canasta de estas operaciones sea más eficiente que cualquiera de ellas de forma independiente.
La convexidad, o la relación no lineal entre precios y rendimientos, es clave. Incorpora un colchón contra caídas durante las liquidaciones del mercado: los precios caen, pero de forma cada vez menor. Esto es particularmente importante dada la excesiva volatilidad y las sensibilidades beta asimétricas señaladas anteriormente, especialmente en el extremo inferior del espectro de calidad.
Por supuesto, el análisis top-down macroeconómico sigue siendo fundamental, pero como punto de partida. Es necesario mapearlo cuidadosamente para crear espacio para que el proceso alfa bottom-up florezca. Modelamos y medimos entre 10 y 15 tipos distintos de operaciones bottom-up y las escalamos en portafolios en función de sus ratios de Sharpe y sus correlaciones con la beta. Se trata de un desafío de ingeniería, que conduce a resultados mucho más acotados que si se tratara de un desafío de previsión.
Jugando un juego de ganadores
La analogía del tenis mencionada anteriormente (ganar limitando los errores) no es sólo una metáfora. Se refleja claramente en los datos. Consideremos a los mejores y peores inversionistas en deuda de ME de la última década (ver la gráfica 5) y comparemos la trayectoria, mes a mes, de cada uno de ellos. ¿Los mejores inversionistas alcanzaron su estatus maximizando las victorias o minimizando las derrotas? La respuesta es clara.
Los mejores y peores inversionistas tuvieron aproximadamente la misma frecuencia de rentabilidad mensual del primer cuartil (23% contra 21%, respectivamente). Pero los mejores inversionistas tuvieron una frecuencia dramáticamente menor de meses malos. Experimentaron rentabilidad mensual del cuarto cuartil el 21% del tiempo, contra el 38% de los peores gestores.
Esto es coherente con el perfil de rentabilidad asimétrica de la clase de activos analizado anteriormente. La eficiencia de la rentabilidad de los países de mayor calidad puede ver eclipsada por la ineficiencia de la rentabilidad de los países de menor calidad. De la misma manera, años de alfa positivo, o de desempeño superior al mercado, pueden desaparecer en un solo episodio de caída.
Nuestro proceso está diseñado explícitamente en torno a estas realidades empíricas para la clase de activos. Está diseñado para minimizar la incidencia de la rentabilidad mensual del cuarto cuartil. (Comuníquese con su representante de PIMCO para obtener estadísticas específicas de PIMCO).
¿Qué pasa con la inversión pasiva? Fue notablemente consistente, se ubicó en el extremo inferior del tercer cuartil año tras año (ver la gráfica 6).
La gran mayoría de los gestores activos obtienen resultados mucho mejores. Además, este mejor desempeño no tiene por qué sentirse como una montaña rusa.
Los inversionistas pueden tratar la deuda de ME como una asignación estructural, empleada para desconcentrarse de las fuentes internas de riesgo crediticio. Pueden dimensionar la asignación en función de su efecto sobre el ratio de Sharpe de su portafolio general. Y lo más importante: los inversionistas deberían gestionar la asignación a ME con cautela. Esto puede significar evitar la tentación de migrar hacia posiciones de alta convicción y alta concentración en países de alto rendimiento, que pueden magnificar la volatilidad impulsada por factores macroeconómicos. Ese juego pudo haber funcionado hace dos décadas. Pero hoy es un juego difícil de ganar.
Avisos Legales
El desempeño pasado no es garantía ni un indicador confiable de resultados futuros.
Invertir en títulos denominados en moneda extranjera o domiciliados en el extranjero puede implicar riesgos elevados debido a las fluctuaciones cambiarias y los riesgos político y económico, que pueden aumentar en los mercados emergentes. Invertir en el mercado de bonos tiene riesgos, incluidos los de mercado, tasas de interés, emisor, crediticios, de inflación y de liquidez. El valor de la mayoría de los bonos y las estrategias de renta fija se ve afectado por las variaciones en las tasas de interés. Los bonos y las estrategias de renta fija de mayor duración tienden a ser más sensibles y volátiles que los de menor duración; por lo general, los precios de los bonos disminuyen a medida que suben las tasas de interés, y los entornos de tasas de interés bajas aumentan este riesgo. Las reducciones en la capacidad de las contrapartes de bonos pueden contribuir a que la liquidez del mercado disminuya y la volatilidad de precios aumente. Las inversiones en bonos pueden valer más o menos que el costo original cuando se canjean. La renta variable puede perder valor debido tanto a las condiciones reales como percibidas del mercado general, y de la economía y la industria. El riesgo de gestión es el riesgo de que las técnicas de inversión y los análisis de riesgo aplicados por el gestor de inversiones no produzcan los resultados deseados y que determinadas políticas o eventos puedan afectar las técnicas de inversión disponibles para el gestor en relación con la gestión de la estrategia. La diversificación no es una garantía contra pérdidas.
Las declaraciones relacionadas con las tendencias de los mercados financieros o las estrategias de portafolio se basan en las condiciones actuales del mercado, que pueden fluctuar. No existe ninguna garantía de que estas estrategias de inversión funcionen en todas las condiciones de mercado o sean adecuadas para todos los inversionistas, por lo que cada uno de ellos debe evaluar su capacidad para invertir a largo plazo, especialmente durante períodos bajistas del mercado. Los inversionistas deben consultar a un profesional de inversiones antes de tomar una decisión de inversión. Las perspectivas y las estrategias están sujetas a cambios sin previo aviso.
La calidad crediticia de un valor o grupo de valores concreto no garantiza la estabilidad o seguridad del portafolio en general. Las calificaciones de calidad individuales de las emisiones y los emisores indican su calidad crediticia y, por lo general, oscilan entre AAA, Aaa o AAA (la más alta) y D, C o D (la más baja) para S&P, Moody's y Fitch, respectivamente.
Alfa es una medida de rendimiento sobre una base ajustada al riesgo y calculada mediante la comparación de la volatilidad (riesgo de precio) de un portafolio frente a su rendimiento ajustado al riesgo conforme a un benchmark; la rentabilidad relativa excedente con respecto al benchmark es alfa. Beta es una medida de sensibilidad del precio frente a las fluctuaciones del mercado. La beta del mercado es 1. La convexidad es la curvatura en la relación entre los bonos y las tasas de interés. Refleja la tasa a la que cambia la duración de un bono a medida que cambian las tasas de interés. La correlación es una medida estadística de cómo dos valores se mueven uno con respecto al otro. La correlación de distintos índices o valores entre sí o con la inflación se basa en datos de un período determinado. Estas correlaciones pueden variar sustancialmente en el futuro o en periodos distintos, lo que puede generar mayor volatilidad. El Ratio de Sharpe mide la rentabilidad ajustada al riesgo. La tasa libre de riesgo se resta de la tasa de rentabilidad de un portafolio y el resultado se divide por la desviación estándar de la rentabilidad del portafolio.
Los términos "barato" y "caro", como se usan aquí, generalmente se refieren a una clase de activo o valor considerado como sustancialmente subavalorado o sobrevalorado con su promedio histórico, así como con las futuras expectativas del gestor de inversiones. No hay garantía de resultados futuros o de que la valoración de un titulo garantice una ganancia o una protección contra una pérdida.
PIMCO, en general, ofrece servicios a instituciones, intermediarios financieros e inversionistas institucionales calificados. Los inversionistas individuales deben consultar a su asesor financiero para elegir las opciones de inversión más adecuadas para ellos. Este material contiene las opiniones del gestor, que están sujetas a cambio sin previo aviso. Se distribuye solo a título informativo. Los pronósticos, las estimaciones y cierta información que contiene el presente documento se basan en investigaciones propias y no deben considerarse como una asesoría o recomendación de inversión respecto a un valor, una estrategia o un producto en particular. Esta información se obtuvo de fuentes consideradas fiables, pero no ofrecemos ninguna garantía al respecto. Se prohíbe reproducir de cualquier forma el presente material ya sea en su totalidad o en parte, así como hacer referencia a él en cualquier otra publicación, sin previo permiso por escrito. PIMCO es una marca registrada de Allianz Asset Management of America L.P. en los Estados Unidos y el resto del mundo.
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